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La inestabilidad emocional se caracteriza por la variación constante de sentimientos y estados emotivos, sin aparente motivo o por causas insignificantes, pero que a la persona le pueden parecer muy buenas razones para cambiar de la alegría a la tristeza, y viceversa.

Cuando nuestra referencia al actuar no es la propia actividad (actividad endotélica) sino un posible logro futuro en el que hemos puesto nuestro afán (nuestro ser o no ser), nos llenamos de ansiedad. Tendemos a vivir centrados en los resultados sin darnos cuenta de que en muchas ocasiones se encuentran vinculados a numerosos factores que no dependen sólo de nosotros.

Sin ser muy conscientes mantenemos vivas nuestras expectativas. Confiamos en que, si seguimos adelante, muy pronto se verán cumplidas. Cuando percibimos indicios de acercamiento a nuestros objetivos los demás tienden a caernos bien y nos sentimos eufóricos; incluso a veces hasta soberbios. Pero cuando ocurre lo contrario, entonces los demás tienden a caernos mal y nos sentimos frustrados o de mal humor.

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También ocurre que cuando parece que nuestros deseos pueden verse satisfechos tendemos a mostrarnos inofensivos, dóciles, aduladores y complacientes. Sin embargo, cuando empezamos a sospechar que no va a ser así, no nos cuesta demasiado cambiar de estrategia y entonces nos volvemos agresivos, irónicos, controladores, violentos o manipuladores. Casi pareciera que no fuésemos la misma persona. Pasamos rápidamente de un extremo al otro, y nuestra actitud se convierte en un regateo o negociación emocional que puede ir incrementando la intensidad de sus expresiones. Para luego, una vez se ha producido el desenlace definitivo, comenzar a disminuir.

Pasado el momento de nuestros arrebatos más intensos hasta nos sorprendemos de nosotros mismos. Incluso llegamos a arrepentirnos de nuestra conducta. Nos preguntamos «¿cómo es posible que me haya podido comportar así?»  Y pensamos… «pero si ese no soy yo». Y nos sentimos inseguros, como bloqueados, sin saber muy bien qué hacer.

Patrones de interferencia

Reflexionando un poco un buen día me di cuenta de que todo este patrón de comportamiento se parecía bastante a un patrón de interferencia.

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En física la interferencia es un fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud. El efecto de interferencia puede ser observado en cualquier tipo de ondas, como la luz, la radio, el sonido, las ondas en la superficie del agua, etc.

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Las interferencias pueden producir aumento, disminución o neutralización del movimiento.

La física de las emociones

Paralelismos entre los patrones de interferencia y la inestabilidad emocional

Si nos fijamos bien, en nuestra conductas a veces también podemos encontrar dos o más focos:

  • Un foco lo ponemos en lo que hacemos.
  • Y otro (u otros) en lo que podemos conseguir (el logro).

Por tanto las bases para generar un patrón de interferencia en nuestro particular mundo emocional interior estarían claramente sembradas.

Analizadas las causas, veamos ahora las consecuencias. ¿Qué podemos observar en nuestra conducta?:

  • Fases pasivas de excesivo victimismo o complacencia (disminución).
  • Fases neutras de duda, temor y especulación (neutralización).
  • Fases agresivas de excesiva ira o manipulación (aumento).

Obsérvese en el dibujo de arriba como el patrón se produce dentro de un gap, en el interior del cual, las respuestas van variando en intensidad (amplitud). Se van incrementando poco a poco hasta alcanzar un máximo. Después comienzan a disminuir.

Con nuestras particulares «tempestades» o regateos emocionales ocurre igual. Suelen alcanzar un máximo en el momento del desenlace (puede ser una ruptura/acuerdo, un pierdo/gano, un suspendo/apruebo, etc). Después del desenlace nuestros altibajos tienden a ir disminuyendo hasta desaparecer.

Moraleja de la física de las emociones

Una vez comprendido el «mecanismo» físico de los alienantes vaivenes emocionales quizás nos resulte más fácil prevenirlos.

Ya hemos visto que para que se produzca un patrón de interferencia necesitamos al menos dos focos de atención (de ondas). Si queremos evitar emociones de frustración, ira o euforia. O conductas excesivas tales como el victimismo, la mordacidad, la ironía o la manipulación. Ya sabemos cual es la vacuna: tener un único foco de atención.

Se trata de tener puesto (lo más posible) nuestro ser en lo que hacemos (vivir con pasión). Y no disperso en posibles desenlaces futuros (deseos), o incluso pasados (culpas).

Termino con un proverbio de Anthony de Mello que creo que resume a la perfección el tema que he querido tratar en éste post.

«Cuando un arquero dispara gratuitamente tiene con él toda su habilidad.  Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos. 

El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el goce.»

Mucho se ha hablado de la química de las emociones, pero quien sabe si tras lo visto también se descubre la física de las emociones como una nueva disciplina, ya que lo descrito es una auténtica ley y no una mera conjetura.

«Toda materia tiene una onda asociada a ella»
Louis-Victor de Broglie

No es extraño que las leyes de la naturaleza estén presentes también en el interior del ser humano, pues parecemos estar hechos a imagen y semejanza del mundo natural que nos rodea.

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