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No nos comportamos igual cuando tenemos una motivación que cuando tenemos otra. La motivación, más que con lo que podamos afirmar, tiene que ver con aquello a lo que rendimos culto con nuestros actos cotidianos. Habla de aquello a lo que estamos dedicados; de forma tácita o expresa, consciente o inconscientemente. Y según sea lo que nos mueve, obtendremos resultados muy distintos en nuestras relaciones con los demás (incluso en nuestra relación como seres humanos con el planeta en su conjunto). Y no solo en lo cuantitativo (abundancia o pobreza), sino también en lo cualitativo (integración o marginación, salud o enfermedad). No sabemos qué somos realmente. Estamos llenos de intenciones que se oponen entre sí, que nos hacen sentir en conflicto internamente y que también nos conducen confundir a los demás externamente. El viaje hacia tu verdadera identidad puede incorporar múltiples etapas. En cada una de ellas nos mostramos distintos; como si fuéramos otra persona que no tiene nada que ver con la que fuimos. Muchas de las identidades que mostramos son ficticias; poses temporales. Utilizamos estas poses (nos adulteramos) a veces por vergüenza, otras para tratar de adaptarnos socialmente o para intentar atrapar nuestros deseos. Los deseos que nos mueven en cada instante pueden ser muy variados. En las etapas más arduas o estresantes solemos asociar nuestras motivaciones de manera prioritaria al disfrute o la acumulación de dinero u objetos (avaricia), de placer (gula, lujuria) o de apariencia y prestigio (soberbia). En la Divina Comedia, Dante Alighieri asocia estas tres motivaciones alienantes con tres bestias: la loba (avaricia), el lince (lujuria) y el león (soberbia).

La Divina Comedia (primeros pasos en el infierno)

Tu verdadera identidad Estas motivaciones son incipientes en la adolescencia y pueden consolidarse en la etapa adulta del ser humano. Sin embargo, de muy niños o de ancianos son menos probables. Bajo su imperio tendemos a engañar, regatear, explotar, chantajear, culpabilizar, aparentar, ignorar, competir indolentemente, reprochar, acaparar, disimular, adular… Esas, entre otras muchas, son las «maniobras» que suelen derivarse de estas intenciones que no son genuinas, sino aprendidas. Es más, mientras nuestra anómala motivación no termine de cambiar (no siempre son fáciles de modificar), lo más probable es que también nos veamos atrapados en tediosas e interminables rutinas repetitivas. Haremos cosas, pero las haremos lejos de la pasión vital que, en otras circunstancias, podría llegar a movilizarnos. La palabra adulterar tiene que ver con el hecho de llevar cualquier cosa -aproximarla- a la naturaleza de otra cosa completamente distinta a la que le es propia; con la consecuencia de que queda falsificada. Si bien es cierto que la palabra adulto y la palabra adulterar no poseen el mismo origen etimológico, yo diría que no es en absoluto casual su sorprendente parecido.

Infografía que sintetiza el contenido del post

Identidades Vitales - Ignacio Duro Pero no todas nuestras motivaciones acaban ahí. La motivación genuina, la auténtica pasión, la que está definida por nuestra verdadera identidad, permanece latente tras todas aquellas otras que son falsas y tienden a maltratarnos a nosotros mismos, a los demás o a nuestro planeta. Todos somos distintos; venimos al mundo dotados con diferentes cualidades, capacidades y medios. Por ese motivo, el propósito de cada cual también es específico. Como en el ecosistema de un bosque, cada especie tiende a cumplir de manera precisa con su particular función; en tanto nada se lo impida. Pero el ser humano encuentra oposición en los anhelos tóxicos de su mente, así como en las dañinas emociones que de ellos se derivan. No lo tiene fácil. Necesita descubrirse a sí mismo entre la maleza que sutilmente ha ido anidando en su interior. E incluso después, una vez iluminado, también necesitará disciplina; comprometerse y actuar en consecuencia. Sólo entonces podrá comenzar a florecer la creatividad de las buenas intenciones, la que es sostenible, compasiva y nutritiva para con la propia persona, para con los demás y para con el planeta. Nuestra genuina motivación, nuestra verdadera identidad, luchará permanentemente por abrirse paso en nuestro interior y, aún no estando garantizado ¡lo conseguirá! si es que así se lo permitimos. Si descubres que te pasa, que aquello nace en ti. Sentirás que has vuelto al «hogar», que te has reconciliado contigo mismo y con los demás, que te has liberado y que en ti se ha obrado una congruencia que nunca antes habías conocido. Entonces sabrás que has encontrado tu verdadera identidad. ¿Deseas comentar algo sobre las motivaciones que han llegado a movilizarte en algún instante de tu vida? ¿Alguna vez te condujeron a hacer algo de lo que luego te arrepentiste?
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