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Titulada inicialmente Legenda Sanctorum («Lecturas sobre los Santos»), fue uno de los libros más copiados durante la baja Edad Media y aún hoy existen más de un millar de ejemplares incunables. Con la invención de la imprenta, dos siglos más tarde, su reputación se había consolidado y antes del fin del siglo XV aparecieron numerosas ediciones impresas.

Aunque existen numerosas leyendas sobre monstruosos dragones, castillos, héroes y princesas. Aquí nos remontaremos a la historia de un santo, San Jorge, cuya leyenda e iconografía nos lleve quizás al origen de todas ellas, ya que este fabuloso relato ha sido relevante desde el medievo en toda Europa. Por eso podemos encontrar su signo en numerosas banderas o escudos tales como la bandera de Inglaterra o el escudo de Barcelona ¿No te habías dado cuenta?

La Leyenda Dorada

Escudo de San Jorge

La leyenda de San Jorge montando un caballo blanco y matando al dragón le presenta como el gran vencedor de la tiranía (el bien contra el mal) derrotando al enemigo primigenio, originario del caos, que en su lucha heroica entronca con la base de la tradición pagana recogida en todos los mitos solares del Mediterráneo. La leyenda dorada, conocida como la leyenda de San Jorge y el dragón, recoge esta tradición oriental. San Jorge es el héroe que se enfrenta a la bestia (símbolo del mal) y libera a la doncella (o princesa) con su espada, venciendo al dragón, clavándole la espada en el corazón, de cuya sangre nació una rosa, de ahí vendría la costumbre de regalar una rosa el día de San Jorge.

El mensaje de la leyendas no es algo para ser entendido en clave externa e histórica, sino interna y presente. Desde esta nueva perspectiva las leyendas dejan de ser algo lejano e irrelevante y se convierte en algo íntimo que nos señala de forma directa. La diferencia es como de la noche al día, todo cambia de significado.

San Jorge es el intrépido caballero medieval por excelencia (espíritu) que vence al monstruoso dragón (ego) y libera a la princesa (nuestra alma reprimida o nuestro niño interior) de las garras de la bestia. Si te fijas, desde éste enfoque ya no contemplamos a los diversos personajes de la trama como externos y separados entre sí, sino como las distintas facetas de nuestro propio drama interior. La leyenda nos habla de nuestra propia naturaleza, de nuestras motivaciones y de nuestros estados de ánimo. No se trata de viejas historias sino de consignas perennes y dignas de consideración independientemente de la época y lugar en la que habitemos.

Ahora ya no nos resulta tan difícil deducir por ejemplo que todos los seres humanos sin excepción tenemos en nuestro interior a una princesa (alma) que permanece presa, u olvidada. Y nuestra responsabilidad en la vida es acudir sin demora a su rescate. No se trata de un rescate fácil. Es un reto que exige valor y que no todo el mundo se atreve a enfrentar.

«El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo» Mateo 13:44

Esta situación conecta a la perfección con todas las historias relacionadas con la búsqueda del Santo Gríal, la lámpara del genio o el tesoro escondido (muchas veces en la tierra). No es distinto. Lo que sí es distinto es el enfoque que yo te propongo aquí.

La leyenda dorada

¿Cuantas de las cosas que hacemos a diario carecen de alma? ¿De verdad sentimos algo verdaderamente noble por lo que hacemos? O por el contrario, ¿hacemos lo que hacemos porque nos sentimos presos o atemorizados? ¿Somos la princesa liberada o aún apresada? Si tú alma no ha nacido a la libertad, sino que aún permanece en incubación, eso es que habitas en tu particular tiempo de Adviento.

Tener alma es tener convicción. Tener alma es «saber» qué es lo que debes hacer y a qué has venido. Tener alma es tener conciencia de misión; libremente elegida. Tener alma es ser muy consciente de tus talentos o potencialidades únicas (tú genio personal o in-genio).

Ya lo sabemos. Siempre podemos descargarnos de responsabilidades y culpar a «Dios», a los astros, al «sistema», la sociedad, a nuestra infancia, a los políticos, a la crisis, al jefe, los padres, a la hipoteca y no sé cuantas cosas más.

Pero no nos engañemos. Una vez más el personaje de la trama no es externo, sino interno. El malo de la película (la bestia, el dragón de San Jorge) es nuestra complacencia sensorial, nuestros temores, nuestra avaricia, nuestro deseo de dominar o tener. Nuestro enemigo no es tanto la vivencia como la inseguridad que nos impulsa a la super-vivencia, al exceso en el consumo o la posesión. El «malo» es un compendio de evasiones, postergaciones y compulsiones tales como ir de compras, TV, chismes, alcohol, tabaco, productos con grasa, azúcar, sal o chocolate, criticar a los demás, dudas, miedos, justificaciones, vanagloria, pereza o incluso el buscar consuelo pero solo como excusa para continuar igual.  También podríamos añadir la necesidad crónica de sanación y/o preparación. El caso es postergar o acumular, pero sin llegar nunca a dar el «salto» de la verdadera realización.

La leyenda DoradaPero mientras la «bestia» gana, el alma desfallece. No es ninguna broma. Hablo de ti, de cada persona. Esto es real y está pasando. Y por mirar hacia otro lado no va a desvanecerse. Aquello de… «ojos que no ven, corazón que no siente» no sirve aquí. Es tu reto, lo quieras o no. Y es un reto a vida o muerte. Ten la absoluta seguridad de que si tú no acabas con la bestia, ella lo hará contigo.

Por eso necesitas un guerrero (un San Jorge). Y si bien antes pudimos comprobar que la «bestia» no era externa, ahora tampoco lo iba a ser menos. ¿Quien puede ser ese héroe sino tú? Tuyo es el reto. Es tu particular Cuaresma o inmolación de las tensiones sensoriales.

Por tanto no esperes a ninguna hada madrina, no va a venir. No hay salvadores mágicos. Nadie va a venir a rescatarte. Solo tú puedes rescatarte a ti mismo poniéndote manos a la obra. Nadie puede hacerlo por ti. Tus talentos son únicos y absolutamente nadie te podrá sustituir.

Tienes una misión y tienes un público objetivo, un target, un necesitado. Eso es «hacer la voluntad del Padre» que decía Jesús. Pero no es un «Padre» con barba que está en las nubes, error. Jesús se refería a tú propia voluntad primera o esencial. Se refería a algo completamente interno a ti, y no externo. Se refería a algo íntimo y no lejano. Se refería a tu prístino propósito.

La leyenda dorada

Esta clase de motivación nada tiene que ver con las emociones (tan de moda hoy en día). Las emociones se traducen en impulsos reactivos (estímulo externo-respuesta). Y yo estoy hablando aquí de un impulso completamente distinto. Hablo de proactividad o audacia en estado puro (estímulo interno-respuesta).

Es comprensible que muchos expertos neurólogos y científicos del cerebro se vengan arriba al ver iluminarse la amígdala gracias a sus nuevos instrumentos de observación. Y entonces crean atisbar allí el «Santo Grial» de la conciencia o de la inteligencia humana, pero yo creo que se equivocan. Siento que su obtusa miopía no les deja ver el «paisaje» en toda su extensión.

Es cierto que necesitamos aprender a gestionar nuestras emociones, pero esto solo ocurre así una vez estas se han manifestado. Antes que saber gestionarlas lo que necesitamos es aprender a fluir por encima de ellas (caminar sobre las aguas). Necesitamos más inteligencia espiritual (meta-motivación) y menos inteligencia emocional.

Las emociones en su relación con el neocortex (más allá de su ancestral función adaptativa) no favorecen el desarrollo humano, sino que interfieren con él obstaculizándolo. Enturbian la claridad interior, nos hacen sufrir y nos restan valiosísimas energías que deberían estar invertidas en nuestra verdadera realización como personas.

El héroe necesita coraje (fuego), reconciliación interior, coherencia, unidad de impulso, honestidad, determinación, equilibrio y sobre todo estabilidad emocional.

Vencida la «bestia», llega la liberación del alma (el conocimiento y la convicción de tu particular misión) junto con la fuerza o la determinación (el espíritu o in-genio) de llevarla a cabo. Ese es el cambio por excelencia. Es nuestra particular paso (o Pascua) de un estado esclavo a otro liberado.

En las leyendas es habitual que la princesa y el valeroso héroe o guerrero se casen, vivan felices y coman perdices. Acceden a un reino y tiene lugar un gran banquete de abundancia y prosperidad.

la leyenda dorada

Como ya lo habrás supuesto, en nuestro interior también se produce un matrimonio (pero en éste caso incestuoso). Es el que se da entre nuestra alma y nuestro espíritu. Ello implica rectitud (la del basto o bastón de mando), autodominio, transparencia y energía.

El reino de abundancia (para Jesús Reino de los Cielos -claramente mal ubicado-) no es otro que el de nuestra propia espontaneidad, ligereza (aire) o satisfacción interior al sentir que por fin acometemos aquella tarea para la que desde un principio estábamos destinados.

Tú eres lo que es tu deseo más profundo es. Así como es tu deseo, así es tu intención. Así como es tu intención, así es tu voluntad. Así como es tu voluntad, así son tus acciones. Así como son tus acciones, así es tu destino. – Upanishads

Esta vibración o plenitud interior es el verdadero origen de todas las demás riquezas externas que podamos llegar a concebir. Y es lo que podríamos considerar nuestra particular «Ascensión a los Cielos«.

La leyenda dorada (Ignacio-Duro)Tras los cuatros posts anteriores (igualmente ilustrados con el esquema de arriba) dedicados a la naturaleza profunda del ser humano: Gestionar nuestra energía personal, La Alquimia del Alma, El Tetramorfos y La Leyenda Dorada. Doy por concluido esta serie.

Personalmente, además de otros muchos recursos, utilizo todos estos conocimientos sobre la naturaleza humana para lograr unas sesiones de coaching altamente efectivas.

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